EL CLUB


NACIMIENTO DEL PERINES...

El Perinés ha sido uno de los honrosos equipos juveniles cántabros que han forjado futbolistas de reconocimiento nacional.

Además de Quique Setién, han vestido su camiseta jugadores como Alvaro Cervera, Geli o Luis Fernández. Este club surgió en el año 1945 en torno al barrio de Perines de Santander. Su primer presidente fue Julián Pelayo, conocido periodista deportivo que desarrolló su extensa actividad en torno a El Diario Montañés. En Perines los crios jugaban en mitad de la carretera o en el callejón, lugar que más tarde se prolongó hasta conectar con la calle Cisneros.
Feijóo, gran portero de la primera época del Perines

Y en la calle también se originó la primera reunión para organizar un equipo «serio». Allí estaban, orgullosos por sus lazos de vecindad, Chiri, Tinín Rodríguez, los hermanos Costa, Eduardo Lostal, Perlacia, José Oria, José Mari, Tente y otros chavales más que decidieron nombrar a Pelayo presidente, y pagar una pequeña cuota mensual que sirvió para comprarse unas camisetas verdiblancas que serían los colores del Perinés, el equipo del barrio. Aquellos jóvenes jugaron en Los Arenales, en el viejo campo de Sport cercado de tablas de madera que hoy estaría situado cerca de la calle Marqués de la Hermida.
Perines 1970-71-arriba:Rojo, Mariano, Julián, Hernani I, Bragado, Gallego, Angel. Abajo: Somo, Toñín, Hernani II, Sindo, Fede, Chus. Antiguo campo del España de Cueto
Cuando al año siguiente se organizó la primera edición del Torneo de Los Barrios, el Perines quiso participar, y entonces necesitó la ayuda de las personas mayores. 
Allí estaba Celestino Rodríguez, prestigioso arbitro de fútbol que tenía a uno de sus hijos jugando entre ellos. Celestino fue el mecenas del Perinés que jugaba en los campos de Miramar y que se activaba con el entusiasmo de Eduardo Lostal, Oria, Costa, Genaro Gómez, Claramunt, Pelayo, Arturo... y que participó en el primer Torneo de Los Barrios de 1946 cuya final fue ganada por el Río de la Pila.
Aquel equipo, que provocaba el cántico de «Chuta, chuta, Perines campeón», desapareció a los cuatro o cinco años para renacer en 1970 gracias a José Antonio Rodríguez Fiochi, hijo de Celestino, que evocó así al familiar grupo futbolístico de barrio. Se nombró a Miguel Rasines presidente. Del libro de Raúl Gómez Samperio "Quique Setién, el jugador de fútbol"


¿POR QUÉ EL NOMBRE DE PERINES?

¿Qué significado puede tener el apelativo de Perines? ¿De qué materia u objeto se deriva este titular único y sin registro? ¿Quién se inventó Perines?, se preguntará con extrañeza mi querido lector.
Perinés, al igual que todo el sistema creado por la naturaleza, está basado por la unión de varios factores determinantes que generan un todo. Su historia y estos factores junto a la nutrida plebe que compuso su núcleo hicieron posible el fenomenal milagro de hacerlo brillar con refulgencia dentro del esquema ciudadano. Perines, tal como suena, es un barrio lejano del centro capitalino, una calle central alineada con tiralíneas por unos frondosos olmos, los cuales con respeto de vasallo bien tratado, acarician con su plumero los balcones y ventanas del privilegiado rasante vecindario que los venera cual imagen santificada. Ellos, conscientes de su importancia, ofrecen al lugareño su sombra de estela verde y el alivio de su frescor cuando la estación canicular aprieta y los rigores del astro rey se dejan sentir sobre la tierra. (Dice la leyenda que estos árboles exentos de fruto antes de sufrir dicha metamorfosis eran perales y que debido a ello el barrio se denominó Perinés).
Mas Perines no es sólo su entorno lo que le define como tal. Perines contiene dentro de si una atmósfera reminiscente imposible de explicar, su toque de gracia especial que le define su personalidad de barrio bien educado y señorial.
En aquel entonces, por obra y gracia del milagro evolutivo, coincidimos en aquel paradisiaco lugar, un nutrido grupo de adolescentes, que unidos por la edad y la situación del momento, y el orgullo interno de nuestra identidad perinense, nos propusimos ganarle la partida a la dificultad que imponía la vida, echándole a tan adverso enemigo imaginación y alegría. Unidos por el lazo social de una convivencia fraternal casi siamesa. El homogéneo grupo superaba los grilletes que imponía la escasez aportando a todo acto astucia y creatividad, la situación se tornaba difícil, ya que escaseaban las necesidades primarias, mas ello no era óbice para frenar aquel impulso de superación por ganarle la batalla a la vida con nuestras propias armas que también y con sumo efecto alimentaban nuestro ser. Allí había inventores, aventureros, artistas, futbolistas, pillos e ingenieros, todos un conglomerado de ideas que generaban sucesos disparatados y grotescos. Así la vecindad exenta de información limitaba su vida a las vivencias y actos que se protagonizaban dentro del barrio; fieles a esta reducida carta filosófica aquel núcleo de gentes llegó a crear su propio mundo.
El lavadero, templo ritual donde se predicaba el catecismo luciferiano en defensa de un escaño, era al mismo tiempo abadía de coladas y campo de batalla para las féminas armadas del delantal y la bañera. Lugar de cánticos sagrados con letra y música del códice blasfemo, liturgia gregoriana que enardecía los ánimos del auditorio invitándolas al combate. Mientras llovían las pastillas de jabón y las tablas hacían de escudo, el órgano fluvial hacía subir de tono la marea pilastral hasta límites alarmantes, situación que servía para que las protagonistas abandonasen el recinto y siguiesen leyéndose el evangelio en el exterior a golpe de moño y mordisco. (del libro de Gilberto Muñiz: "Perines, un renacer fecundo")

Quizás de este orgullo de barrio vengan las enseñanzas de Celestino Rodríguez árbitro de primera división y maestro de deportistas, que junto a Arturo Herrera dueño de la barbería, que todavía existe, usada de vestuario y, poniendo como presidente a Julián Pelayo fueron los que comenzaron a dar un poco de seriedad, (y pusieron dinero) alla por el año 1945, al equipo de fútbol formado por los jóvenes, equipo que se cocía jugando interminables partidos en lo que se llamaba "el callejón", hoy Calle Jiménez Díaz; enseñanzas en el sentido de dejar en buen lugar siempre el nombre del barrio, lo importante es el buen nombre del barrio, la demostración ante los demás que de allí provienen gentes de bien vivir, con clase de la que no se tiene por tener más dinero, gentes con espíritu colaborador y positivo, con exquisita deportividad, con sentido del honor, algo de lo que ya no se puede hablar pues no cuenta en la vida moderna. Como dice Gilberto Muñiz gentes con astucia y creatividad para suplir otras carencias.

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